Nottingham, Inglaterra. En su camerino, Lady GaGa baila al compás de un disco de Billy Joel que gira y gira en una pequeña tornamesa que desde hace tiempo se convirtió en una parte integral de esta exclusiva área.

Se trepa a una silla que está frente al espejo y programa un corte preliminar del video para su nuevo sencillo, “Alejandro”, aunque no ha subido el volumen de su MacBook Pro.

Tomando en cuenta su gusto por las vestimentas estrafalarias, la escena que tanto le gusta repetir constituye algo relativamente calmo. “Mira, no hay un teléfono sobre mi cabeza, ni una cabina telefónica”, dice. Luego regresa el video y lo deja en pausa. “Ni siquiera llevo maquillaje. Soy sólo yo, y la gente puede ver lo que hay debajo, porque todo eso sigue siendo parte de mí”.

Hace otra pausa y se regodea unos segundos con la imagen: “Y aún así sigo siendo feroz”. Claro que unas escenas después, la podemos ver mientras baila con unos rifles que nos apuntan desde sus pechos. “Bueno, ahí sí hay algo de Lady GaGa”, confiesa sonriente.

Stefani Joanne Angelina Germanotta es una mujer con una misión: probar que Lady GaGa es arte y no sólo una máscara. Y este arte es su vida misma.

Y si su voluntad no fuera tan férrea, su vida no estaría sujeta a ninguna especie de control en la actualidad: su abuelo está en el hospital, su padre se sometió a una operación del miocardio recientemente y los doctores acaban de informarle que ella misma podría desarrollar lupus, una enfermedad autoinmune que mató a una de sus tías antes de que GaGa naciera.

Añádase a esto la presión que supone haberse convertido en un icono cultural, su implacable ética de trabajo, su eterna gira mundial y el hecho de que hace poco terminó de grabar los demos para su próximo álbum: lo que aparece ante nuestros ojos es la imagen de una estrella al borde del colapso. Pero GaGa no lo ve de la misma forma.

“Deberíamos sentirnos cansados”, dice antes de ponerse a cantar algunas de las canciones que ha escrito durante la gira. “Yo no sé quién ha comenzado a propagar otra clase de información, pero cuando una graba, también hace giras. Y así construyes tu carrera. Hace unas horas le dije a mi manager, ‘Ya quiero quitar mis discos de platino de las paredes; necesito espacio para los que vienen”.

A pesar de la nitidez, tanto de su ambición como de su inteligencia, hay por ahí también una pizca de ingenuidad en su persona. Cuando su manager le sugiere que no comparta sus nuevos temas con un periodista, incluso cuando éste no está grabando la conversación, ella no hace sino rechazar la advertencia. “El periodista escribirá acerca de otras cosas”, dice. “Yo sólo quiero que él sepa quién soy yo”.

¿Y quién es ella? Algunos aseguran que Lady GaGa surgió el día que ella y su antiguo novio y productor, Rob Fusari, pensaron en ese nombre, con base en la canción “Radio Ga Ga” de Queen. Pero si decidimos investigar con cuidado tanto su historia como su música, ella es en realidad el producto de un corazón roto: roto en primer lugar por su padre, un músico de rock desempleado que dejó de ocuparse de ella cuando la cantante decidió abandonar la universidad; luego por Island/Def Jam, disquera que la contrató y despidió en un abrir y cerrar de ojos porque nadie ahí se sintió realmente impresionado con el rock con piano, muy al estilo de Fiona Apple, que ella favorecía en aquellos tiempos; y, finalmente, a causa de una devastadora y tempestuosa relación con un baterista de heavy metal, el único hombre que ella asegura haber amado y con el que terminó poco antes de volverse famosa.

Tras este rompimiento, ella se hizo la promesa de que jamás amaría de nuevo y de que al tipo lo haría arrepentirse por haber dudado de ella.

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