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Lady Gaga es el personaje ficticio "más real" en la cultura popular.

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Ahí está Lady Gaga, ligera de ropa en la portada de la nueva Rolling Stone, con ametralladoras que salen de su sostén como una versión al estilo Quentin Tarantino de las ‘fembots’de Austin Powers. Es la última de una línea de imágenes provocadoras de Lady Gaga, después de las controversiales imágenes religiosas de trasvestis del video de Alejandro, del fetiche con la violencia en el video de Telephone y de su presentación frente a las celebridades más implacables en los Premios Grammy.

Hasta ha logrado molestar a los representantes de los dos equipos de béisbol de Nueva York: se paseó, sin invitación, por el club de los Yankees, provocando la ira del co-propietario Hal Steinbrenner; y el gran fanático de los Mets, Jerry Seinfeld, la llamó “estúpida” por hacer señales obscenas con el dedo en el estadio Citi Field  (y pasar un tiempo en el palco vacío de Seinfeld).

Las travesuras noticiosas de Gaga no son nada nuevo, por supuesto. Como los actos de muchos otros provocadores en la historia de la música –desde Elvis Presley a Madonna, e incluso a la sexy adolescente Britney Spears-, los de Gaga llaman también la atención.

Pero también pueden proporcionar una llamado y un escape a sus fans, dice Nancye Bauer, una profesora de filosofía en la Universidad Tuffs que escribió un ensayo sobre Gaga en The New York Times.
“La razón por la que ser un provocador parece valer tanto la pena es que ese tipo de personas parecen estar hablándo directo, en este momento en la cultura, a las personas que se sienten atrapadas”, dice. “Ellos necesitan ese tipo de modelo ejemplar”.

A lo largo de la historia de la música pop, los provocadores han cumplido ese papel, incluso si sólo significa molestar a las clases conservadoas (que usualmente son los padres de adolescentes), dice John Covach, historiador del rock y profesor de música en la Universidad de Rochester.

En los años 50, Frank Sinatra –parte del temible estatus quo- insultó al bailarín Presley y a sus estridentes seguidores, llamándolos “tontos cretinos” por hacer de música a partir de una “reiteración casi imbécil”.
Unos años después, los Beatles y su Invasión Británica sacudieron la cultura; al mismo tiempo, Bob Dylan molestaba a los reaccionarios de la música folk al incursionar con instrumentos eléctricos.

Mediante se expanden los límites de la música, también lo hace el deseo de impactar. Jim Morrison de The Doors llamó la atención de la gente con sus letras oscuras y sus interpretaciones carismáticas y sexuales; Alice Cooper presentó espectáculos con guillotinas, serpientes y muñecos de bebés con sangre; David Bowie le dio al glam rock un lado oscuro y andrógino.

Los ofensores de la realeza Sex Pistols, Wendy O. Williams y sus pezones cubiertos con cinta, la camaleónica Madonna, el macabro Marylin Manson, y la niña de faldita de colegio católico Spears: todos han enardecido a los guardianes culturales en su momento.

Pero, ¿a dónde los lleva? Hay mucho que un provocador puede hacer, dice Covach.

“Cada vez que lo que haces es una reacción, su efecto tiene un plazo de caducidad, porque sólo puedes reaccionar contra algo cuando lo que estás haciendo es una minoría o es la excepción”, dice.

Por ejemplo, señala Covach, Alice Cooper –que empezó como líder de una banda de punk producida por el iconoclasta Frank Zappa- eventualmente hizo su espectáculo más suave y menos horroroso. Además, su acto la dio inspiración a Kiss y todas sus excentricidades. Es un patrón que constantemente se repite, dice.

“La reacción del momento empieza a volverse popular, y entonces no tiene más el poder de ser una reacción”, dice.

Esa es la razón por la que los actos de Lady Gaga puedan tener efectos en disminución, dice. Van a seguir llamando la atención, pero el impacto va a ser menor.

Pero Bauer, quien en su ensayo profundiza en los significados de las personalidades representadas por Gaga –un objetivo sexual sumiso y una poderosa creadora de imágenes-, dice que la estrella puede ser capaz de llegar a sus esencias más profundas, incluso en medio de todo el clamor de la atención. Lo ve en los e-mails sobre su columna que le envían mujeres jóvenes.

“La diferencia es, de algún modo, que esas personas sienten personalmente que Gaga es un modelo ejemplar real: que pueden ser ella, porque ese es su don”, dice. “Lo que la hace diferente de David Bowie o de Ozzy Osbourne es que su gracia es ‘no es que yo sea tan extravagante: también lo eres’. Esa es la razón por la que me parece tan interesante”.

Sí, Madonna puede haber tenido roles similares –desde el juguete sexual de Like a Virgin hasta la suplicante religiosa de Like a Prayer e incluso la dictadora sexual Justify My Love- pero Gaga tiene un proximidad y una cercanía que la Chica Material nunca dio, agrega Bauer.

“Sí creo que hay algo diferente en ella”, dice. “Madonna siempre parecía por fuera de alcance… la brillantez de Gaga es porque dice: ‘No pongan atención al hecho que tengo a una industria multimillonaria detrás de mí. Ustedes pueden vestirse y disfrazarse y hacer lo mismo en casa’”.

Via
CNN

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